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Los talibanes bloquean la actividad de las trabajadoras humanitarias en Afganistán

La organización de derechos Human Rights Watch denuncia que las limitaciones de los fundamentalistas están agravando la crisis humana en el país asiático

Mujeres en las calles de Kabul, en septiembre.
Mujeres en las calles de Kabul, en septiembre.The Washington Post (The Washington Post via Getty Im)
Ángeles Espinosa

La organización de derechos Human Rights Watch (HRW) ha denunciado este jueves que los talibanes están bloqueando la actividad de las trabajadoras humanitarias en Afganistán. Aunque los islamistas no tienen un criterio uniforme en todo el país, las limitaciones que imponen al trabajo de la mujer “están empeorando la crisis humana”. Las consecuencias son particularmente graves para los hogares a cargo de mujeres viudas o divorciadas.

HRW ha llegado a esa conclusión tras analizar los acuerdos alcanzados por las diferentes agencias de la ONU con los talibanes en las 34 provincias afganas y que han sido recopilados por la Oficina de Coordinación Humanitaria de Naciones Unidas. De acuerdo con esos datos, a fecha del pasado 28 de octubre, solo los responsables de tres provincias habían facilitado un acuerdo escrito autorizando a las trabajadoras humanitarias a ejercer su función.

En más de la mitad del país, las afganas empleadas en las agencias de la ONU (y por extensión en las ONG) afrontan graves restricciones, como el requisito de que tengan que ir a trabajar acompañadas por un hombre de su familia. Tal exigencia, que imponen los responsables de 16 provincias, “hace difícil si no imposible que hagan su trabajo de forma efectiva”, denuncia HRW.

Además, reflejo de las propias discrepancias entre los talibanes, los criterios varían según la provincia, lo que complica la tarea de asistencia. En Badghis, por ejemplo, les han prohibido cualquier actividad. En Bamiyán y Daikundi, les dejan participar en la recogida de información, pero no en la entrega de ayuda. En 11 provincias, solo pueden trabajar en programas de sanidad y educación. Además, la mayoría de esos acuerdos son orales, lo que deja a las trabajadoras a expensas del guerrillero de turno, lo que genera una gran incertidumbre.

Desde que los talibanes se hicieron con el poder el pasado 15 de agosto, las afganas han perdido la mayoría de los avances que habían logrado en las dos últimas décadas. Juezas, fiscales, directoras generales, profesoras universitarias, militares, policías o simples funcionarias se quedaron sin trabajo. Los fundamentalistas les dejaron claro que no había lugar para ellas en la nueva administración, aunque ante la presión internacional utilizaron el argumento de que preparaban medidas que garantizaran su seguridad.

Solo el riesgo de colapso en los hospitales les hizo autorizar la vuelta al trabajo de médicas, enfermeras y comadronas. Con la reapertura de las escuelas primarias, también se reincorporaron las maestras, aunque la enseñanza secundaria pública sigue cerrada para las chicas. Además, en Kabul, dieron una gran difusión a que un pequeño grupo de mujeres volvieran a trabajar en el aeropuerto, para ocuparse del cacheo a las pasajeras, algo que entra dentro de las actividades que solo pueden ejercer las féminas.

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La situación alarmó a la ONU, una parte importante de cuyo personal local está compuesto por mujeres. Los talibanes, necesitados de la ayuda internacional, dieron garantías de acceso y seguridad al jefe de la Oficina Humanitaria en septiembre. Pero el trabajo de las empleadas locales no estaba incluido.

“Permitir que las trabajadoras humanitarias hagan su trabajo sin restricciones no se debe a que las agencias o los donantes impongan condiciones a la asistencia, sino a una necesidad operativa para poder ofrecerla”, señala Heather Barr, directora asociada de derechos de la mujer de HRW. Barr recuerda que las restricciones de los talibanes “están impidiendo que la ayuda necesaria para salvar vidas llegue a los afganos, especialmente a mujeres, niñas y hogares encabezados por mujeres”.

Debido a las cuatro décadas de conflicto, Afganistán tiene 2,5 millones de viudas, la mayoría de las cuales es la única fuente de ingresos para sus familias. Además de no poder trabajar, el sistema de segregación sexual impuesto por los talibanes les dificulta también el acceso a las organizaciones que pueden facilitarles ayuda. De ahí el importante papel de las trabajadoras humanitarias no solo para evaluar las necesidades de mujeres y niñas, sino también para acceder a los hogares sin un varón al frente.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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